El oficio de arriero es muy antiguo y se encuentra
desaparecido en la actualidad.
La palabra arriería, según el Diccionario de la Lengua
Española, se deriva del vocablo “arría”, que significa recua o conjunto de animales
destinados al transporte de mercaderías; esta proviene, a su vez, de la
interjección arre!, que se empleaba para avivar el paso de las bestias.
Trabajos de restauración del Refugio de
Miramundos 2015
Un oficio muy duro, que se realizaba con condiciones
meteorológicas adversas, lluvia, nieve o un sol de justicia en verano. Hay que
tener en cuenta que las vestimentas que usaban estas personas eran muy pobres y
escasas. Atravesando senderos y veredas, que no eran muy seguros. Siendo su
trabajo fundamental para la economía de los pueblos por donde circulaban.
Estos trabajadores, desde muy niños aprendieron el oficio,
sabiendo aparejar las bestias con destreza, sujetando bien las mercancías.
Especialistas y diestros, a la hora de colocar los distintos aparejos: serones,
albardas, jalmas, ataharres, cinchas, jáquimas, angarillas, cabezadas de cuero,
etc. Tenían también que tener don de
gentes, para tratar con los clientes y proveedores.
Mulos y burros eran los animales más resistentes para estos trabajos.
Aunque el oficio está perdido, a fecha de diciembre de 2016,
nos quedan personas que trabajaron en él, y recuerdan con precisión sus andanzas por
esos caminos.
Bernardo Aranda Barajas, nacido en Huelma (Jaén) el mes de
junio de 1924, comenzó a trabajar como arriero a la edad de quince años. Ya en
1939, recién acabada la Guerra Civil, transportaba leña desde Sierra Mágina,
sobre todo de la zona de Mata-Bejid. Esta leña,
la vendía a los diferentes hornos de pan: Lenar, Carrasco, y a la yesera de José Valdivia, siendo
utilizada como combustible.
En 1940 con el estraperlo en todo su esplendor, Bernardo
junto con su hermano Esteban y su cuñado José, comienzan a realizar rutas, con
sus reatas de bestias, dedicándose a
esta tarea. Viajaban hasta poblaciones
de la Hoya de Guadix, donde compraban legumbres: garbanzos, lentejas,
habichuelas. Transportando también harina y trigo.
Después y siempre utilizando las horas de la noche, se ponían
en camino, evitando carreteras y controles de la Guardia Civil. Atravesaban
Sierra Mágina por el Puerto de la Mata, llegando a Mancha Real, Torres,
Albanchez, Bedmar o Jódar, donde vendían estas mercaderías. Coincidiendo en el
camino muchas veces, con compañeros de otros pueblos de la provincia de
Granada, y de Pozo Alcón, que también
hacían esta ruta. Cada kg de trigo les dejaba un beneficio de seis reales.
Cristóbal Galiano Bravo y Bernardo
Aranda Barajas
Cristóbal Galiano Bravo, nació en Huelma (Jaén) en 1933,
empezó a trabajar como arriero con ocho años, junto con su hermano mayor
Rosendo.
Tenían una reata de burros, con la que comenzaron a
transportar piedras, para las obras de construcción de las carreteras de
Montejícar y la Estación de Huelma. Recogían este material de los campos más
cercanos y las porteaban a pie de obra.
Al igual que otros muchos compañeros, también subían a Sierra
Mágina, La Laguna, Montejo o el Barranco del Judío a por leña, para vender a
hornos y yeseras.
Trabajó Cristóbal, en la gran saca maderera que los
carpinteros de Huelma hermanos Roa, realizaron en la década de los cincuenta
por la Umbría de Antón de León, en
Sierra Mágina. Coincidiendo en este trabajo con Bernardo. Sacaban los tablones
ya cortados, en dirección a Majá Trences por el Puerto de las Salegas, o hacia
Gargantón, recuerdan el camino pasando por los míticos Pinos Mellizos, unos
magníficos ejemplares de pino laricio que posteriormente serían talados.
Atravesando la angostura del Gargantón, bajo la Piedra del Águila en dirección
a las Cabritas y a Huelma.
Arriero, un oficio que forma parte de nuestro Patrimonio
Cultural Inmaterial, que gracias a
personas como Bernardo y Cristóbal, grandes conocedores de los caminos
de Mágina aún podemos recordar.
Angel del Moral Gómez, diciembre 2016
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