martes, 30 de agosto de 2022

¡e-Mágina! Por Miguel Ángel Gálvez Galiano

¡e-Mágina! La luz es cálida y abundante en Almería, con una luminosidad límpida, a veces cegadora. La imagen va cambiando bruscamente, en varias ocasiones, desde que miro por la ventana el día de la salida, hasta que voy llegando. La primera mirada es el azul del mar por el camino a la universidad, en una ciudad oasis, muy arbolada y rodeada de desierto y plástico. Pero cuando tomo la autovía A92, dirección a Guadix, se produce un cambio radical, todo es desierto, Tabernas, el espagueti western, el farwest, sierra Alhamilla y la sierra de los Filabres. A sesenta y dos kilómetros, en un puente en curva sobre el rio Nacimiento, y sobre un pequeño acueducto romano, la autovía desemboca en Abla y Abrucena, en la ladera norte de sierra nevada, y en el valle de Fiñana, y nos inunda el verde y los frutales. El cuarto cambio está al poco de entrar en la provincia de Granada, la altiplanicie del Marquesado del Zenete, presidida por el castillo de la Calahorra (obra representativa del renacimiento italiano en España de 1509) y peinado el viento de molinos modernos, como inmensas lanzas con enormes “bulanicos”, y espejos al sol recogiendo su energía, a los pies de la Sierra Nevada más blanca del puerto de la ragua. Y al fondo, se destaca, hacia el norte, una mole caliza aislada, Mágina. Al poco, llegamos a la hoya de Guadix, de tierra roja agujereada en cuevas habitadas por los siglos, bajada rodeada de pinos y chopos, los nuevos bosques, en parcelas agrícolas, que en su crecimiento lento algún día serán pasta de papel, pero que mientras tanto, nos regalan campos con soportales ajardinados. Nos vamos dejando el quinto cambio, subimos la pronunciada cuesta que se inician con las tiendas de cerámica de Purullena, y que nos lleva al desvío de Darro (donde dejamos la A92 y tomamos a A308) y nos vuelve a cambiar el paisaje, una nueva planicie, ésta de cereal, seco y árido en verano, y verde mar en espigas de olas en primavera. Se rodea la Sierra de Arana, con su pico difícil de ascender denominado “el espanta bellacos”, de Iznalloz como se llama en Huelma, en un paisaje, que después se repite entre en Guadahortuna y en el inicio de la provincia de Jaén, que con tanto detalle Ángel tiene fotografiado, y fijado, en su serie de “Geometrías Agrícolas”. Al pasar la venta del Puntal, tomamos el desvío a la derecha hacia Úbeda, por la A401, y al pasar Moreda (con su poyete al borde del camino, en él que siempre hay un grupo de ancianos sentados a la sombra, viendo pasar al viajero) volvemos a encontrar un cambio brutal de paisaje, y nos damos de lleno con un campo dibujado de líneas de olivas (Aquí al árbol se le llama así, y pocos dicen olivo, que suena a fino. Lo mismo que todos dicen aceitunas, su fruto, y nos hace gracia quienes dicen que comen olivas, porque nos los imaginamos dándole bocados a los troncos y a las ramas). Cruzamos Torrecardela, dejando a la izquierda, después de su iglesia, el callejón del beso, que tanto honor le hago cada vez que paso con Carmen. En una bajada con curvas suaves llegamos, en un momento, a Guadahortuna, y cuando se acaban sus casas, empieza la provincia de Jaén, y el término municipal de Huelma.
La cuesta de los Gallardos, con sus minas de grafito y sus tierras ocres, negras...oscuras de orígen volcánico submarino, nos presenta al fondo Huelma (coronada por el castillo, que parece sostenido por la torre de la iglesia), pequeña, en comparación con sierra Mágina que va creciendo sobre nosotros. Me contaba mi abuelo, que tenía el cortijo en el mismo puerto del trazado antiguo de la carretera, de curvas y más curvas, y de cartas de enamorados en sus cunetas, que en aquellos años de mediados del siglo veinte, y antes de este cambio climático, cuando nevaba, los conductores le pedían auxilio para sacar el coche de la nieve, y utilizando los mulos que tenía para labrar la tierra, y con cuerdas, los liberaban de su blanca prisión. Nos desviamos, justo al bajar el puerto, y tomamos a la izquierda la A324, y ahora sólo vemos el imponente castillo, tantas años frontera del reino Nazarí y el Castellano. A la derecha de nuestro sentido, está en lo alto del cerro, la piedra de la cantera. Es “un hito de usos jurídicos” desde tiempos de la reconquista de Huelma, utilizado como referencia de tiempo, como reloj solar, para el cumplimiento de las obligaciones y contratos: cuando dejaba de dar el sol en esta gran roca y siendo el día estipulado, era el exacto momento en el que terminaba o comenzaba la obligación o el contrato. Y es que, por su altura, es visible desde la mayoría de las plazas y calles del pueblo. Antes, estos tres kilómetros que separan este cruce con Huelma, eran huertas llenas de hortalizas, “suertes” les llamaban, (quizás tuvieran que ver con el reparto mediante sorteo de los bienes comunales entre los vecinos que vivieron las amortizaciones decimonónicas, adjudicándoles a cada uno de ellos una “suerte” para labrar), ahora se ha apropiado del paisaje el desarrollo urbano industrial, que si bien trae trabajo a una tierra carente de alternativas al olivar, quita el sabor de los productos naturales de la huerta y la hacendosa jubilación de muchos de sus habitantes, como fue el caso mi tío abuelo “Juan el de Tito”. Entramos en el casco urbano por la Cruz, la plaza donde me espera Ángel del Moral, un enamorado del pueblo y su comarca, en especial de su sierra: Mágina. Es fotógrafo, montañero, cocinero, artista restaurador de muebles antiguos, escritor de guías y rutas senderistas, gran conocedor de las flores endémicas de la zona, bloguero de fotos antiguas (fotosantiguasbase.blogspot.com), de fotos propias (fotosangelbase.blogspot.com), que han sido publicadas en todos los programas del tiempo y de todas las cadenas), de recetas autóctonas (angelbasecocina.blogspot.com)… un auténtico hombre del renacimiento: ha realizado y realiza multitud de actividades, como aquellos que despertaron a la civilización de la edad oscura de la Edad Media, para dar a conocer y realzar su tierra, sus tradiciones y su patrimonio material e inmaterial, pero como él dice: soy una persona que tengo tiempo y lo disfruto. Tomamos por calle de la feria o del paseo, ahora llamada avenida de Andalucía, y antes de llegar a la casa de Antonio, con su eterna vespino azul aparcada en su puerta, me muestra el Lauburu, en la parte superior de una portada adintelada, tallada en piedra de cantería, y me explica que es un símbolo indoeuropeo, anterior al cristianismo, que significa “cuatro cabezas”, representa al sol, al movimiento y a las edades del hombre, y según sea su giro representa la vida o la muerte, siendo en este caso lo primero. Está en la casa donde seguramente vivió Domingo de Tolosa, cantero guipuzcoano que trabajó en la construcción de la iglesia. Ángel tiene publicada una guía cultural de Huelma, dedicada a Casimira, su mujer, e ilustrada por Paco Díaz con preciosos dibujos a bolígrafo, donde hace un recorrido por el casco urbano descubriéndonos y explicando los lugares, monumentos y usos dignos de mención, como el de la piedra de la cantera.
Desembocamos en la plaza, de España, presidida por la casa consistorial. A la izquierda, la calle del Convento. Debe su nombre, me cuenta Ángel, a que en el solar de la ahora plaza peatonal, (y dónde hay una churrería que hace los tallos (churros) más sabrosos y crujientes que ninguno de Huelma nos hayamos comido en ningún otro sitio), estaba enclavado el antiguo convento de Santa Isabel de Agustinos, que fue incendiado durante la Guerra Civil, siendo demolido posteriormente para la construcción de la plaza. Para mí, la calle del Convento tiene valor especial, en élla, justo por encima de la casa familiar de Paulino, está la casa de mis abuelos maternos, donde nací, (pertenezco a la última generación que nació en casa, en vez de en un hospital) con ayuda de su padre, el médico, y de Carmen “la chaparra”, que era la comadrona. Una calle empinada, en cuesta, y que de niños intentábamos subir en bicicleta, compitiendo para ver quién subía más alto. Casi todos nos teníamos que bajar a las puertas de la casa de la abuela de Paco, donde él pasaba todas sus vacaciones, sin poder llegar arriba. Cuántas tardes de verano, en las siestas interminables de los mayores, pasamos en aquella casa de Paco jugando a las cartas (a veces marcadas) o al Monopoly. Antes de seguir por la calle Calesera, en la plaza, me muestra el escudo nobiliario de la casa de los Martos del siglo XVII, en el vano de la balconada de la primera planta, perteneciente a esta familia llegada de Úbeda (partido en dos, aparecen un dragón y un castillo sobre una peña y a ambos lados dos pebeteros en llamas), unos de los primeros repobladores tras la reconquista. Subimos la calle de la Calesera, pasando por la puerta de la casa de mis padres y de mis abuelos paternos, en el rincón que hace la calle, y que compartíamos con Pedro y Encarnación (con sus hijos Paco y Diego), y con María y Frasquito, y con un coche americano de los años cincuenta, de los que todavía se ven en las calles de la Habana, un DeSoto azul y de techo blanco, con motor Perkins de gasoil, y un avión plateado en el capó. llegamos a la plaza del mismo nombre, que aquí se llama parque, Parque de la Calesera. Su curioso nombre viene de un quiosco que había en él, donde frecuentemente se escuchaba zarzuela, una de la más repetidas era ésta: La Calesera. Desde aquí hay una buena vista del castillo y de sus murallas, y me dice mi guía, que la primera referencia escrita del mismo es de Fernando III, en abril de 1243, que en su tarea de incorporar a sus reinos los territorios andaluces, cede diversos castillos, entre otros éste, “que están en tierra de moros, con todos sus términos al concejo de Baeza, si los podéis conquistar o tomar”. Subimos a la iglesia de la Inmaculada por la calle la Umbría, a la que la iglesia da su fachada norte, y pasamos por la puerta de su abuela, y de nuestras meriendas de mollete de pan casero, aceite y azúcar, y su tapón de miga. Más arriba, pasamos por la hornacina del Cristo del refugio. Esta iglesia renancentista se atribuye a los arquitectos Diego de Siloé, Andrés de Vandelvira, Juan de Maeda y Francisco del Castillo “el mozo”. La rodeamos por su torre, con su reloj y escudos heráldicos, y llegamos, por la calle ancha, a la plaza la iglesia, por la fuente del Cañico, con agua del manantial de la fuente de la Peña y que ha bautizado a generaciones enteras de huelmenses, (recuerdo que en las elecciones locales de 1979 se eligió alcalde a un maestro que no era de aquí, y sus simpatizantes cuando supieron de su victoria electoral, lo subieron en volandas para echarle por encima agua del Cañico, para hacerlo de Huelma de nacimiento y acallar esas críticas) adosada a la casa del Concejo, que luego sería cárcel y ahora es centro cultural, que rehabilitó precisamente ese alcalde.
Al llegar a la plaza de la iglesia, frente a su fachada principal, recuerdo que ésta era nuestro campo de fútbol, y donde Pedro Juan, su abuelo vivía en la casa de enfrente, nos dejó impresionados con su toque de balón, jugaba de medio centro en los juveniles del glorioso. Me explica Ángel, que en la obra de esta iglesia, que abarcó los siglos XVI y XVII, intervinieron los mejores arquitectos del llamado “Renacimiento del Sur”, y que su fachada corresponde más a un diseño palaciego que a uno religioso, distribuida en dos cuerpos horizontales y tres calles verticales, con una portada adintelada, en un conjunto llamado “Inversión Manierista”(consiste en situar contra toda lógica constructiva lo más pesado arriba). Ángel me contó con profundidad y detalle la importancia de ésta, su interior y sus capillas, y yo recomiendo visitarla con él, por su amena descripción, o con la lectura de su guía cultural, y nos será fácil encontrar el dintel, el frontón triangular, las mésulas, los tondos, las hornacinas, el escudo heráldico del obispo Diego de Tavera, las pilastras corintias, las gárgolas de cabeza de león, los contrafuertes, el escudo heráldico de los Condes de Huelma, la familia Cueva, y el escudo del obispo Diego de los Cobos y Molina, obispo de Jaén (perteneciente a la familia de Úbeda mecenas de Andrés de Vandelvira), la planta diferenciada claramente en dos partes y en su conjunto calificado como “planta de salón de tipo granadino”, los pilares o soportes externos, las bóvedas de crucería, de medio cañón y baidas, los capiteles corintios y las columnas de fuste liso, los motivos decorativos (bustos de guerreros, damas con vestimentas clásicas, calaveras, “puttis”..) alternados con rosetas… Salimos de nuevo a la plaza de la Iglesia, sorprendido gratamente por el conocimiento minucioso que tiene del principal monumento huelmeño, y por la calle Ancha nos encaminamos, después de una leve subida, a la plaza del Mesón, que cuenta con una hornacina del “Ecce Homo”, de gran devoción entre sus vecinos, que colaboran con aceite para que no se apague nunca su luz. Esta Plaza debe su nombre, me explica, al primer mesón que construiría el Duque de Alburquerque en Huelma, cuyos corrales y caballerizas daban a la corredera, hoy denominada, quizás por evolución del lenguaje: la Carrera, donde con ocasión de una remodelación reciente ha aparecido un cementerio musulmán, de la que él hizo un amplio reportaje fotográfico. En ella se celebraban juegos a caballo y se corría toros. Desde esta plaza, me comenta Ángel, a través de la calle del mismo nombre, y que cuenta en su última casa con el escudo nobiliario de la familia Ogayar, se ve al fondo la plaza nueva, arbolada con enormes plataneros americanos (Y recuerdo algo que oía cuando era niño de los mayores: que los centenarios árboles anteriores a éstos, fueron cortados porque les quitaban las vistas a la casa del alcalde del momento). Y es que esta plaza, desde su urbanización fue un lugar estratégico, en ella estaba situado el palacio, ya desaparecido, del Duque, conocido como “la casa del marqués” o “la casa grande”, estuvo la casa de la Tercia, donde se pagaban los diezmos, y en sus alrededores encontramos, la ermita de San Sebastián, la fuente del Santo y el pósito del cereal.
Pero nosotros nos quedamos en la plaza del Mesón, y es curioso que en una de las dos casas que formaban el antiguo mesón, haya un bar, donde después del paseo vamos a terminar con la sed y el hambre por hoy. Es un bar especial, de pueblo y de barrio, aislado, de buen trato y rápido servicio, con buenas tapas (entre ellas las alcachofas fritas). Se puede encontrar paisanos que conoces y te conocen de toda la vida (y que te saludan de manera afectuosa o te miran con recelo y pensando sé de quién eres, conozco tu mote, aunque vivas fuera). Se liga bien (en Huelma se denomina así a la acción de tomar en los bares vinos y cervezas con tapas) con buenos vinos, sí quieres en copa o sí quieres en vaso, y cervezas muy frías, te sirven un chato del vino blanco de Valdepeñas especialmente embotellado para Huelma que se llama “Pinarejo”, donde la buena tertulia con los amigos termina con buenas copas, y la buena costumbre de invitarse a la última...Templo de dioniso lo llama Paco, y de donde sales seguro cantando y adorando a Baco: es el bar León. Durante las muchas rondas que vamos acumulando, Ángel me cuenta la ruta senderista que mañana vamos a realizar, con sus compañeros del club de montaña “Amigos de Miramundos”, nombre de un refugio en la cresta de sierra Mágina, en este término municipal, y otros muchos amigos de otros clubes de la provincia y de provincias vecinas. Tienen costumbre todos los años de subir al refugio a llevar y recoger el libro de visitas, donde los montañeros llegados de numerosos lugares pueden estampar sus firmas y sus comentarios. Gracias a las actuaciones llevadas a cabo por su club, este refugio ha sido recientemente rehabilitado y acondicionado por el ayuntamiento de Huelma, con fondos Europeos, para ofrecer a todos un lugar de cobijo y descanso, y empeñados siguen en su mantenimiento y limpieza, dotándola de mobiliario y un botiquín de emergencia, incluso han hecho una pequeña biblioteca, y dice sonriendo: “Quizás sea la que está a mayor altitud en España”. Me cuenta el recorrido (pienso que seguro me lo hace más corto de lo que será): “sólo es subir al refugio y bajar, y vamos en coche hasta el aprisco de la cañada de las Cruces, donde se llega después de tomar un carril a la derecha, a quinientos metros de pasar el cruce de la Ermita, santuario de la Virgen de la Fuensanta, patrona de Huelma, en la A324 dirección a Cambil”. Nos vamos a descansar, y al día siguiente, me recoge y subimos en coche hasta la cañada de las cruces, tomando ese carril, hasta que llegamos a la pista forestal (no se debe confundir tomando la primera a la derecha, que va al nacimiento de Gargantón, sino la siguiente que comienza a subir). Durante la subida y antes de entrar en el valle, hacemos una parada para fotografiar el mar de nubes blancas que esa mañana vamos dejando a nuestros pies, de donde sobresalen al sur los tresmiles de sierra Nevada. Llegamos al punto de encuentro, y recibe, saluda de uno en uno, y a todos los conoce. Explica el itinerario (que tiene publicado en internet, y en el libro Lugares Míticos de Jaén, volumen segundo, de la editorial: Autor Editor, y al que yo remito por mayor detalle y abundamiento, ¡aunque lo mejor es caminar con él y que te lo explique!), y como imaginaba (¡lo conozco desde siempre y él me conoce a mi!), era más largo de lo que me había dicho; después de Miramundos, por la cuerda de la sierra iremos hasta el pico Mágina, por lo que haremos un recorrido circular. De tres habíamos pasado a cinco horas. Se lo digo cuando empezamos a caminar juntos, en un momento que nos quedamos solos, siguiendo el carril, y me mira y se ríe, ¡no hace falta más comentario!.
A un kilómetro acaba el carril, comienza un sendero visible y bien señalizado. Su dificultad es alta, según todos los que han descrito el sendero, y reside en que con él vamos ganado mucha altura, pero hay varias zonas de descanso. Paramos en una de ellas, tras atravesar y subir el barranco covatillas, el mirador del collado del Puerto o de los Bolos, y admiramos la hoya los tejos, la Umbría de la Sierra o de Antón de León y abajo el nacimiento del río Gargantón. Hay pinos laricios de gran porte, con unos troncos tan anchos que sólo se pueden abarcar con más de dos personas extendiendo los brazos. Nos cuenta Ángel que había algunos que tenían su propio nombre (los “Mellizos” y el “Pino Perico”), además nos explica las formaciones geológicas, la flora y la fauna de la sierra, y me vuelvo a remitir a su publicada descripción de la ruta, dónde además descrubriremos qué son los “neveros” de la sierra. Un poco más arriba el vereda se divide en dos, tomamos a la derecha, a la izquierda sube a la Piedra Jaén de 2148 m (se llama así porque desde ese pico se ve Jaén), por donde luego bajaremos. Después de poco más de hora y media, pasada el hoyo de la encantada, donde callados todos hay un silencio atronador, llegamos a la cuerda, y a la derecha vemos, al fondo, el refugio. Cuando llegamos a él, se procede al acto protocolario de cambio del diario de visitas, y de pronto hay una sorpresa para Ángel, un matrimonio amigo y miembros del club, han enmarcado una fotografía de su fiel compañero de estos últimos diez años: su perro Ulises. En la fotografía, tomada por Ángel, se ve a Ulises posando (sí, !posando¡, dice Ángel, “tenía esa habilidad y me miraba como diciéndome: echame una foto”) al borde de un precipicio, con un mar de nubes, como hoy, a sus pies. Es un momento muy emotivo, porque todos los presentes han caminado también con Ulises por estas sierras. Ahí quedó en el refugio: ¡Para siempre descanses Ulises en tu sierra¡. Mientras tomamos un refrigerio, reponedor de fuerzas (hay que subir con agua y algo de comida), y nos sobreponemos a la emoción, podemos dar fe del bien nombrado refugio. Desde aquí, a 2077 m de altitud, se pueden mirar, en un día claro como hoy, un amplio espacio, una gran panorámica paisajista, que hace comprender lo pequeños que somos: al este, la sierra de Cazorla, Segura y las Villas, La Sagra, Sierra del Pozo y Castril, Sierra de Baza, Cerro Jabalcón, Sierra María (Almería); Al sur, El cerro Mencal, la sierra Arana y sierra Nevada, y a los pies el profundo barranco de Gargantón; Al oeste la sierra Sur de Jaén; y Al norte el valle del Guadalquivir, Úbeda, Baeza (y numerosos pueblos más...que dejo, como entretenimiento, que el viajero, que siempre debe tener tiempo, plano en mano vaya adivinándolos) y al fondo sierra Morena. Nos cuenta Ángel que Sebastián Alvaro (periodista, escritor, director de “Al Filo de lo Imposible” y montañero de prestigio), cuando lo acompañó aquí, dejó escrito en el libro de visitas: “desde aquí se quiere ver hasta el Karakorum”.
Seguimos con el recorrido, pero antes nos hace una recomendación: “El esfuerzo y el sacrificio nos llevan a las cumbres de las montañas, pero es fundamental la humildad, la prudencia y el respeto ante estos espacios tan enormes en distancias y desniveles. Nunca se debe menospreciar su poder de cambio en invierno. Las temperaturas, la niebla o el hielo, pueden ser causa de una tragedia si no se mide bien el riesgo. Y sobre todo, hacer el camino dejando tras nosotros una huella ecológica cero, incluso en residuos orgánicos”. Volvemos sobre nuestro pasos unos trescientos metros, y tomamos la vereda que va por la cuerda de la sierra, dejando a la izquierda por la que habíamos subido”. Sierra Mágina tiene el pico más alto de la provincia de Jaén. Desde el refugio hasta el Pico Mágina, llamado también “Cerrillo de las pellas”, hay unos dos km y un poco desnivel, por lo que en una hora se hace este camino por la cuerda. Caminamos dejando atrás la cañada de Sta María al norte y las grandes dolinas kársticas a nuestra derecha y al sur la Hoya de los Tejos. Una vez culminada, nos indica la salida del Callejón de la Gitana que asciende desde el aprisco de Covatillas. Pasamos junto a un Cerro a nuestra derecha que nos dice que lo llaman “cerro Prieto” . Seguimos el camino cerca de los “hoyos de la nieve”, son dolinas que se utilizaban desde muy antiguo para acumular nieve y hielo, que luego en verano, eran transportados, normalmente de noche, en animales de carga, para ser vendido como hielo en los pueblos cercanos. No habían llegado los frigoríficos a la historia de los hombres y era su manera de conservar y refrescar los alimentos en el estío. Una pequeña cuesta más, nos lleva al pico Mágina, con sus 2167 mt de altitud. ¡Por fin el techo de la provincia!. Cuando uno llega a una cumbre, y admira el paisaje, en el silencio del descanso por el esfuerzo, piensa y descubre, todo lo que desde fuera de allí no se puede ver. Cuando uno sube aquí se da cuenta de lo pequeño que es el mundo y la infinidad de la bóveda celeste. Una vez que hemos hecho acopio de vista e intentamos retener todas las imágenes en nuestra memoria, comenzamos un descenso rápido por una vereda como un arroyo que salta de piedra en piedra, que nos dejará recuerdo en nuestras rodillas, cruzando los barrancos del buey y de Covatillas. Volvemos al cruce con el sendero que habíamos tomado para subir a miramundos, y por ése seguimos bajando, y desembocamos en el carril que nos lleva a los coches. Nos despedimos de todos los amigos con los que hemos compartido la jornada, satifechos por el recorrido y las vistas, cansados pero reconfortados por tanta belleza, y me mira y se lo digo: “ha merecido la pena el engaño. Y ahora, invítame a comer esas migas de pan con sus avíos, que tan buenas te salen, y de postre: huevos moles”. Cuando me despido de él, voy pensando que tiene un profundo conocimiento popular y científico de su entorno, de su historia, de la fauna, la flora, la toponímia, la geología, el montañismo… y eso que su vida ha girado siempre en este lugar, salvo, como en tantas generaciones, el periodo de la “mili”. Creo, que no sólo ha tenido tiempo y lo ha disfrutado, sino que también lo ha aprovechado, y ha sabido dotarse, por sí mismo, de forma autodidacta, una vasta sabiduría, y que sabe transmitirla y disfrutarla con los demás, de manera generosa y altruista, sin tacañería (como el festival de montaña y cine, que él ha creado de la nada, y lleva numerosas ediciones). Y con lo difícil que es ser profeta en tu tierra, él con esfuerzo ( y eso que no paran de robarle ideas) lo va consiguiendo. Es un observador, un miramundos… desde aquí se expande hacía afuera, pero yo espero que algún día suba al Karakorum, y desde allí pueda contemplar, todo lo que no ve desde si mismo y Miramundos, su refugio. Un último consejo: si este viaje se realiza en sentido contrario, el viajero desde Almería, debe ir al parque natural de Cabo de Gata, y descansar en cualquiera de sus calas y playas vírgenes. Y con ésto, vale. Miguel Ángel Gálvez Galiano. Almería, mayo de 2018. Relato publicado en el libro: "UN LIBRO DE VIAJES PARA NO VIAJAR" Edición de Milena Sanz Editorial Alhulia SL. Plaza Rafael Albeti, 1. 18680 Salobreña-Granada

lunes, 15 de noviembre de 2021

Gracias a #diariojaen , a su director Juan Espejo y las personas que han hecho posible, que mis fotografías sobre la comarca de Mágina hayan ocupado las contraportadas del periódico este pasado mes de julio. Ha sido un gran honor!

ENTREVISTA DEL DIARIO JAÉN, AGOSTO 2021

CAMPOS DE HUELMA, VERANO 2021

TEJO MILENARIO DEL P.N. DE SIERRA MÁGINA

El sol se pone por la gran ventana tectónica de la Sierra Sur, a la derecha La Pandera y a la izda Ventisqueros. Se puede observar a primeros de octubre, cuando el astro viaja hacia el sur y a principio de primavera al hacerlo hacia el norte

EL 6 DE NOVIEMBRE SE CELEBRÓ EL IX CICLO DE MONTAÑA Y CINE HUELMA 2021. CON LA PRESENCIA DE PEPE SALDAÑA, FERNANDO VIVANCOS Y ALEX TXIKÓN. Y EL PATROCINIO DEL EXMO AYUNTAMIENTO DE HUELMA

sábado, 12 de septiembre de 2020

EVOLUCIÓN DEL CULTIVO DE LA VID EN HUELMA (JAÉN). ANGEL DEL MORAL GÓMEZ

 

          EVOLUCIÓN DEL CULTIVO DE LA VID EN HUELMA (JAÉN)

 

                                                                  Ángel del Moral Gómez

 

Las primeras incursiones de los griegos en la península, se produjeron en la desembocadura del río Ebro y posteriormente río arriba, entre los siglos VI a IV a. C. Los restos de ánforas griegas y de vajilla para beber vino, de los yacimientos arqueológicos de estas zonas, así lo acreditan. Esto, nos hace pensar que fueron los griegos los primeros en importar el consumo de vino en la península ibérica.

Cuando los iberos accedieron al consumo de vino, no siguieron las pautas del complejo protocolo del simposio o banquete griego, sino que lo consumían en estado puro, sin rebajar con agua y sin el carácter de acto colectivo.

Pero realmente los iniciadores del comercio de ánforas de vino con larga presencia en Iberia, fueron los fenicios, que introdujeron sus ánforas y sus vinos, así como las cráteras, vasos griegos, e incluso jarras etruscas. Los fenicios trasladaron a Iberia el cultivo de la vid y enseñaron a la población indígena las técnicas de cultivo y de la vinificación, e instalaron auténticas factorías con lagares, talleres de cerámica, almacenes, etc.

Con la llegada del imperio romano a la península ibérica, comienza la explotación de la agricultura en las zonas más fértiles del Valle del Guadalquivir, con plantaciones de cereal, olivo y vid.

La expansión del cristianismo, en que el vino, junto con el pan, fueron los protagonistas de la Eucaristía y símbolos de la presencia de Cristo en la tierra, llevó consigo la divulgación por occidente de la viña y del vino y después por todo el mundo. Desde ese momento se modificó el concepto de vino de las bacanales romanas de los últimos tiempos, para transformarse en toda la cristiandad en el acto de la Eucaristía, en un símbolo de la mayor transcendencia espiritual.


                                      Cepa centenaria en Huelma (Jaén)

Desde el siglo I ya existen tratados del cultivo de la vid, como la obra “De Re Rústica” de Lucio Moderato Columeta, de origen hispánico.

En la Edad Media, la expansión de los monasterios, especialmente de las órdenes del Cluny y del Cister, contribuyó marcadamente a la difusión de la cultura de la vid y del vino en España. El número de monasterios de estas órdenes llegó a superar la cifra de 1.800 en toda la península, incluyendo también los de monjas. En todos estos monasterios había necesariamente huerta y viñedo para abastecer la dieta alimentaria de los monjes y las exigencias de la Eucaristía, además de la oferta de pan y vino a todos los peregrinos que los visitaban. Los monasterios fueron centros de divulgación de las técnicas del cultivo de la vid y de la elaboración del vino.

Un fenómeno histórico de primera magnitud fue la invasión árabe a la península, desde el año 711 a 1492. Durante este periodo, disminuyó el área de viñedo, dada la prohibición de consumo del vino de la religión mahometana; pero no desapareció totalmente, pues se toleró cierto nivel de consumo de vino, además del valor nutritivo de la uva y de la pasa.

Los mozárabes, es decir la población cristiana bajo dominación musulmana, así como los judíos, consumían vino. La prohibición coránica no era obstáculo tampoco para que la población musulmana consumiera vino, que elaboraban bodegueros mozárabes. Sabemos qué en el siglo IX, habían un mercado de vino en Córdoba, propiedad del Califato, y en otras ciudades andalusíes, había también establecimientos de bebidas autorizados o clandestinos, y se bebía con cierta libertad, aunque los Alfaquíes elevaban protestas porque los consideraban hábitos licenciosos.


                            Arroyo Cabrí, zona de cultivo de vid en el siglo XV

El cultivo de la vid en ladera, era ya conocido y practicado en España, como mínimo desde la época musulmana. Las cepas se plantaban preferentemente en laderas en tierra de secano, en franjas situadas por debajo de las plantaciones de olivo.

Otro acontecimiento histórico fundamental para la historia de la viña y del vino fue, el descubrimiento de América en 1492. Desde los primeros viajes surgió la necesidad de transportar vino para toda la tripulación, el personal de armas y colonizadores. Se enviaban en las carabelas grandes macetas con plantas vivas para replantarlas en destino, lo cual ocupaba mucho espacio en los barcos y exigía cuidados, riegos, etc.

La filoxera es un homóptero, que en la primera mitad del siglo XIX no existía en Europa, procedente del continente americano, que invadió el viñedo europeo con efectos catastróficos. En España los primeros focos aparecieron sucesivamente en Málaga en 1878. En esta provincia quedó reducida la superficie de viñedo a un 20%. En Jerez apareció la plaga en 1894 de donde pasó a Huelva. Desde esos focos la invasión filoxérica avanzó hacia la Mancha, Aragón, La Rioja, etc. Pero el alcance espectacular de la plaga no parecía corresponder únicamente a la lenta progresión subterránea de estas larvas, hasta que fueron descubiertas las formas aladas del insecto, que eran transportadas por el viento a considerables distancias.


                             Familia de Francisco López del Barco vendimiando

Tanto el Mildium como el Oidium, también vinieron desde América cuando se importaron colecciones de plantas con fines científicos. Los científicos europeos ensayaron distintos cruzamientos de Vitis Vinífera con planta americana, comprobándose, que efectivamente, los híbridos eran mucho más resistentes a las plagas que las viníferas de origen. Poco a poco estas nuevas variedades de híbridos fueron extendiéndose por Europa y en España comenzaron a hacerlo por las provincias de Castellón y León, extendiéndose después por toda la península.

Según la legislación comunitaria no está permitido elaborar vinos de Denominación de Origen partiendo de vinos o de uva de híbridos productores directos, pero si se puede utilizar para los vinos sin D.O.

Huelma es una población situada al sur de la Comarca de Sierra Mágina, en la provincia de Jaén, con una población actual que no llega a los seis mil habitantes. Cuenta en la actualidad con una superficie agrícola de 12.961 hectáreas cultivadas, siendo de olivar y otros cultivos leñosos más del 80% de la misma.

Las primeras referencias históricas que podemos tener del cultivo o consumo de vino, nos llevan al yacimiento ibero del Pajarillo, que está fechado desde el siglo VII al IV a. C. En los trabajos arqueológicos realizados en el año 1991 por la Universidad de Jaén, se catalogaron numerosos restos de cerámicas, algunas de ellas referentes al consumo y a ofrendas de vino.


         Familia López del Barco acompañados por Antonio Quesada picando uva.

Si bien los primeros datos por escrito que tenemos sobre el cultivo de la vid en Huelma, nos llevan a finales del siglo XV y principios del XVI.  En las cartas de vecindad que otorgaba Francisco de la Cueva, Duque de Alburquerque, a los primeros repobladores llegados a la villa de Huelma, procedentes en su mayoría de Castilla. En el año 1501, se les entregaba tierra suficiente para plantar 2.000 vides. Una viña con mil vides producía 30 arrobas de vino de primera calidad.

Esto queda reflejado en el Libro de las Vecindades de Huelma en su capítulo número VII, Tierra para Viñas: “que la persona a quien se diere tierra para viña la ponga e plante dentro de dos años que le dieren el dicho suelo para ella y la de las labores necesarias quatro años después que la tenga plantada so pena que la pierda e que si en algún tiempo no la sostuviere viña labrada que la haya perdido para que yo pueda dalla hacer della lo que quisiere”.

En el primer asiento de vecindad reflejado en este libro, con fecha de 1495, se recibe como tal a Diego García Parrilla, del que sabemos que poseía dos viñas en el llano de la Corredera y otra en Vaciacostales. Había también casos en los que se llegó a tener cinco fincas dedicadas a la vid, como el de Francisco Hernando de las Yeguas, que llegó como vecino en 1502, el cual tenía un “majuelo en el Llano de la Corredera, otro majuelo allí mismo, otro en el Llano del arroyo Cabrí, otro majuelo en el Pozuelo y otro en el lomo del arroyo”.

                                 

         Familia Raya prensando uva, Huelma años 30 pasado siglo XX

Desde 1495 hasta 1509, se reparten una cantidad de noventa y cinco terrenos para la plantación de viña, lo cual nos hace pensar que se plantaron aproximadamente 190.000 vides. Casi el 70% se haría en el Arroyo Cabrí, a ambas márgenes del mismo. También se plantarían en el Llano de la Corredera, Sabcedilla, Chopo, Pozuelo, Bajo la ermita de S. Sebastián, Vaciacostales, Dehesa Vieja, Alcoba, Cañada de las Caleras, etc. En la actualidad existen varios topónimos que hacen referencia a lugares donde se plantó viña, como lo son: La Viña de Cerezo (Chopo), Majuelo (Arroyo Cabrí), Solana de las Viñas, o Pago del Crucifijo.

En el siglo XVII, el convento de Santa Isabel de Huelma, compró y recibió en donación numerosas viñas: En 1647 Juan García de las Peñas otorga una escritura de donación ante un escribano. “Dice que por el mucho amor que le tiene a la religión de S. Agustín, va a tomar el hábito de este convento. Luego lo tome dará en donación entre otros bienes una viña con mil vides”. 4 de octubre de 1662. D. Juan Nofuentes Daza, ”por las muchas y buenas obras que he recibido del convento de S. Agustín, prior y frailes, entrega en herencia una viña con 500 vides que tiene en el sitio del Chopo, término de esta villa”.


                            Cortijo del majuelo, parte baja del Arroyo Cabrí.

El 8 de septiembre de 1761 el duque de Alburquerque, hace una descripción de la Villa de Huelma y sus cultivos. En ella hace referencia a la extensión del cultivo de la vid, “de viñas había cuatrocientas fanegas”, lo que equivalía a ochenta hectáreas plantadas.

El 13 de marzo de 1762, los monjes del Monasterio de Oviedo (Mata-Bejid), compran el cortijo de la Fuensanta, valorado con las tierras en 36.000 reales. D. Andrés de Ogayar, propietario de la finca, dona al convento de Santa Isabel de Huelma. Una viña de 1.138 vides,  en la Dehesa Vieja.

El 27 de marzo de 1798, el convento vende a Juan Antonio Medina una viña de 500 vides en el Pago de la Cruz del Cuarto (parte alta del Arroyo Cabrí).

El 22 de agosto de 1818, el convento de agustinos compra a Antonio de Vico una viña de 700 vides en el sitio del Cerrillo de la Arena, por 540 reales.

El 11 de mayo de 1819, Dª Inés de Ogayar, dona al convento un majuelo en el sitio de los Moriscos (Vaciacostales) de una fanega de cabida.

En 1884 en Huelma, existía un total de 12 hectáreas, 21 áreas y 48 centiáreas dedicadas al cultivo de la vid, produciendo cada una de ellas 42 arrobas de vino. En el año anterior se llegaron a producir unas 500 arrobas de vino tinto y de pasto. Para su elaboración se empleaban 12 o 13 cuartas partes de uva blanca y una cuarta parte de uva tinta o casca, obteniéndose vinos de 10 grados de alcohol. Anualmente se consumía todo el vino que se producía y 1.000 arrobas que se importaban. El precio del vino era de 6 pesetas la arroba. La vendimia y pisa tenían lugar a mediados del mes de septiembre y a primeros de octubre se llevaba a cabo el trasiego. El vino se envasaba para su conservación en vasijas de madera y barro.

Según datos del Ministerio de Fomento y la Dirección General de Agricultura y Comercio, en la fecha de 1892 en Huelma, existían 116 hectáreas de viñedo. La filoxera hizo su entrada en la provincia de Jaén por Alcalá la Real, y en Huelma en 1899 había ya 24 h de viñedo invadido.


                                                    El primer mosto sin filtrar.

A partir de esta fecha, se va perdiendo paulatinamente el cultivo de la vid y las laderas del terreno que ocupaban antes, por no servir para cultivar cereal, van dejando paso al olivar, aunque se siguen plantando nuevas vides entre las camadas de los olivos, como era el caso de la familia Raya. Dueños del Bar Sol en Huelma, tienen una viña importante en el Cerro Manchón y la explotan para su venta de vino hasta la década de los años 60 del pasado siglo XX.

También existieron viñas hasta finales de la década de los sesenta, bajo el cortijo de las Borregueras Bajas, el Retamar o en el cortijo de los Cuartones.

En la actualidad, existen numerosos parrales en fincas particulares para la producción de mosto y vino de consumo familiar.

La última plantación de vid con cepas existente en Huelma, es la Viña de la Suerte. Propiedad de Francisco López del Barco, es la cuarta generación que la mantiene. Se trata de una viña en ladera muy cerca del sitio del Majuelo, que su bisabuelo Maximiliano del Barco (Cristo Negro) ya cultivaba. Las variedades de cepa que había eran de vino y mesa, las cuales aún se conservan. Posteriormente su abuelo Francisco del Barco Torres, y su madre Petronila del Barco, recibieron la viña en herencia. Pero esta finca recibió un nuevo empuje gracias a su padre Juan López Castro (Juan Tretas), ampliando el número de cepas en 350 de la variedad Monastrell traídas desde Yecla en los años 60. A día de hoy se conservan unas 100 cepas de las cuales Francisco, obtiene vino y vinagre para consumo familiar.

 

                                                                                                 Abril de 2020.

 

BIBLIOGRAFÍA:

-         Tomás Quesada Quesada (1989). Libro de las Vecindades de Huelma. Granada. Universidad de Granada.

-         Francisco Montes González. (2009). Notas históricas sobre la Villa de Huelma. Pags 261-266. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3177006

-         José L. Pantoja Vallejo. (2015). Vitivinicultura en la provincia de Jaén siglos XVIII-XX. Jaén. Instituto de estudios gienenses.

-         Antecedentes históricos de la vid y el vino en Hispania. www.yravedra.com.

-         Galiano Puy, R. (2001) Del monasterio de Ntra Sra de la Esperanza, en el barranco de Cazalla, al convento de Santa Isabel de Huelma. Ambos de la orden de S. Agustín. Rafael Galiano Puy, pags. 383-442.

-         Rafael Galiano Puy. “El monasterio de Santa María de Oviedo, en el despoblado de la Mata Begig, primitiva casa de España de la orden de San Basilio Magno”. En: Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, Nº 152, 1994 , pags. 21-114.

AGRADECIMIENTOS:

 A Francisco J. López del Barco.

Antonio Quesada Fernández.

 

FOTOGRAFÍAS:

Ángel del Moral Gómez, excepto la de la familia Raya, de autor desconocido.

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